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LOS PPS DE TODOS Fwd: Foro MiPsicologa SUPERAR LA PERDIDA DE UN HIJO

---------- Forwarded message ----------
From: Irma Rivero Ortiz <iriveroo@yahoo.com>
Date: Tue, 5 Jun 2012 05:21:05 -0700 (PDT)
Subject: Foro MiPsicologa SUPERAR LA PERDIDA DE UN HIJO
To: "forovivirlibre@hotmail.com" <forovivirlibre@hotmail.com>,
"vivirlibre@gruposyahoo.com" <vivirlibre@gruposyahoo.com>, vivir libre
2 <vivirlibre2@yahoogrupos.com.mx>, Mi psicologa yahoo
<MiPsicologa@yahoogrupos.com.mx>, Aprendiendo
<AprendiendoaAmardeNuevo@gruposyahoo.com>, Voces VL
<vocesvl@gmail.com>, Foro VL Google <mipsicologa@googlegroups.com>,
Aprender Amar de nuevo <codependencia_vl@gruposyahoo.com>

Me han pedido envie nuevamente este correo. Espero sea de utilidad no
sólo para quien lo hizo


"Enciclopedia de los padres de hoy. Problemas en la infancia".
Círculo de Lectores.




Nunca se está preparado para afrontar la pérdida de un ser querido,
pero entre todas las muertes cercanas la más imprevisible y
desgarradora es la muerte de un hijo.
Para los padres resulta una de las experiencias más difíciles de la vida.
Se encuentran desesperados, perdidos en un profundo desconsuelo y sin
ganas ni energía para seguir viviendo.
La única forma de encontrar con el tiempo un nuevo sentido a la
existencia, de renacer, pasa por no rehuir el dolor, vivirlo
intensamente y dejar fluir las emociones y los sentimientos.
Nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte, como si morirse fuese
algo ajeno, algo que no tuviera nada que ver con nosotros.
Si alguien intenta hablar de sus inquietudes al respecto es fácil que
se le considere raro, morboso, o en cualquier caso inoportuno.
Esta tendencia social a eludir todo lo referente a la muerte,
intentado quizá liberarse de ella, deja a menudo muy solas a las
personas que viven una situación de duelo.
Este tabú, si cabe, es mucho más extremo cuando se trata de la muerte
de una persona joven, de un adolescente o de un niño.
Por eso los padres se encuentran inmensamente perdidos.
Son pocas las personas que saben qué decir y qué hacer para aliviar el
dolor propio y ajeno.
Qué es el duelo
Se ha comparado a menudo el duelo con un túnel oscuro por el que es
preciso pasar por muy difícil y doloroso que resulte atravesarlo.
El recorrido, cuando se trata de la muerte de un hijo, suele ser largo.
Siempre existirá un antes y un después y no es posible delimitar
cuánto durará el dolor.
Eso depende de las circunstancias y de la actitud propia de cada
persona ante lo bueno y lo malo de la vida.
Durante el tiempo que dura este proceso se viven distintas fases.
Durante la primera, que suele prolongarse unos cuantos meses,
predomina una especie de estado de "shock".
Cuesta admitir lo que ha ocurrido y el dolor resulta paralizante,
sobre todo si la muerte del hijo ha sido repentina.
Poco a poco, si no se rehuyen los sentimientos, el desconsuelo va
desapareciendo, se recuperan fuerzas y es posible reemprender las
labores y responsabilidades cotidianas.
A partir del segundo año es probable que el duelo entre en una nueva
fase mucho más llevadera si se han dejado fluir los sentimientos, pero
todavía se sufren altibajos; algunos días se está bien, incluso se
percibe una sensación de euforia, pero a estos momentos les siguen
otros en los que se vuelve a decaer, se padecen crisis de ansiedad y
retrocesos y se vive todavía a un ritmo distinto al de los demás, como
si se estuviera desconectado o al margen de la realidad social.
De vez en cuando es natural sentir la necesidad de "recogerse", porque
en realidad se está más pendiente de lo que le ocurre a la persona en
su interior que del exterior.
Aunque también es normal que aparezcan al mismo tiempo ganas de
relacionarse, de conocer gente nueva, de encontrar algo o a alguien
que cambie la situación y nos devuelva la "felicidad".
El proceso es ambivalente y cambiante porque, además, afloran durante
el duelo todas las pérdidas, traumas y conflictos anteriores no
resueltos.
Por eso es tan necesario contar con la ayuda de un especialista, de un
psicólogo o terapeuta.
No es que se haya perdido la razón, es que este tipo de duelo supone
un trabajo tan duro que resulta imposible realizarlo sin colaboración.
Dejar fluir las emociones
Al principio del proceso se vive un gran vacío, todo se desvanece,
queda como en suspense y aparecen sentimientos de desesperanza,
frustración, pena, ansiedad y confusión.
También es posible que los padres sientan una sensación de injusticia
insoportable y mucha rabia y enojo hacia el mundo en general y en
concreto hacia las personas que no han sufrido una pérdida como la
suya.
Constantemente se preguntan "por qué " y es probable que aparezca un
profundo sentimiento de culpa.
Esta emoción insufrible y tremendamente dolorosa la suelen padecer con
mayor intensidad los padres a los cuales se les ha muerto un hijo
conflictivo, con problemas de drogodependencia, por ejemplo.
Estos padres han pasado un calvario con su hijo en vida, y durante el
duelo tienen que comprender que cada persona es responsable de sus
actos, que por más que se pretenda los hijos siguen su propio camino
y, en definitiva, aunque cueste aceptarlo, no es posible modificar el
destino.
También a las madres que les nace un hijo muerto les puede invadir la
desazón de la culpa.
De alguna forma se sienten responsables de lo sucedido y es probable
que se pregunten qué es lo que han hecho mal durante el embarazo.
No hay respuesta racional a esa pregunta. Hay niños que nacen
perfectamente de embarazos difíciles o de madres poco conscientes.
Cada hijo es un ser con identidad propia incluso en el útero materno,
según consideran algunos especialistas.
Todas estas emociones, pasado el impacto inicial, son más profundas.
Aparecen deseos de volver al pasado, de quedarse anclado en el tiempo,
para evitar afrontar lo inevitable.
Esto no soluciona nada, al contrario, la única manera de liberar estos
sentimientos es viviéndolos, dejándolos salir sin valorarlos ni
retenerlos.
Hay que afrontar todo el dolor por muy insufrible que parezca, sólo
así se consigue volver a recuperar las ganas de vivir.
Pero al mismo tiempo hay que estar abierto a cualquier manifestación
de cariño por pequeña que sea porque si se cierra el corazón y se
adopta una actitud victimista la vida se seca.
Entonces todo se apaga. Y la persona se queda sola, viendo como sus
hijos, su pareja y su trabajo se desmoronan.
Los hermanos: cómo ayudarles
Es posible que los niños se encierren en el dolor, que quieran llenar
el vacío ocupando el lugar del hermano muerto, que intenten proteger a
los padres, que adopten una actitud agresiva o victimista y que todo
eso suceda simultáneamente.
La mejor forma de ayudarles consiste en:
Hablarles con sinceridad.
Es importante que los padres hablen con ellos de lo sucedido y
expresen sus sentimientos, con palabras sencillas que los pequeños
puedan entender.
Sin embargo, existe la tendencia de ocultar a los ojos de los niños la
muerte, en un intento de protegerles del dolor.
Pero esto resulta contraproducente porque por más pequeños que sean
tienen sus propios sentimientos y perciben los de los padres aunque
éstos intenten disimularlos.
No sirve de nada el engaño, al contrario, se sienten todavía más
tristes, solos e incomprendidos.
.Dejar que expresen sus sentimientos. Si los mayores expresan
abiertamente sus sentimientos, de algún modo les están dando permiso
para que ellos hablen de los suyos, lloren y manifiesten su
desconsuelo.
Si se les permite que saquen su angustia, la herida se curará mucho antes.
Hay que explicarles que después de llorar con ganas todas las personas
experimentan calma y se sienten mejor.
.No magnificar al hijo muerto. Es fácil recordar sólo las virtudes del
hijo que ha muerto y ponerle en una especie de pedestal.
Suele ser una tendencia común, porque la añoranza es muy fuerte, pero
resulta muy peligrosa para los otros hijos.
Si los padres hablan constantemente de lo bueno, inteligente y guapo
que era, sus hermanos se sentirán en cierto modo marginados y su
autoestima resultará muy dañada.
.Proporcionarles ayuda terapéutica. La vida les ha puesto en una
situación difícil y para afrontarla de la mejor manera tienen que
aprender a conocerse a sí mismos.
Por eso es muy recomendable que cuenten con alguien que les guíe.
Un psicólogo o un terapeuta les ayudará a conectar con sus emociones y
esto facilitará muchísimo su desarrollo.
.Manifestarles cariño constantemente. Al hijo que se ha ido con el
amor incondicional de sus padres le basta, pero a los otros, a los que
tienen en casa, si no les demuestran constantemente su cariño se
apagan.
Necesitan más que nunca que les abracen, que les miren, que les sonrían...
Hay que ser muy comprensivos. Es muy probable que baje su rendimiento escolar.
Es lógico que les cueste concentrarse, que lo que antes les divertía
ahora les traiga sin cuidado, que tengan reacciones extrañas...
Precisan, por parte de sus padres, mucha flexibilidad, pero al mismo
tiempo no hay que bajar la guardia porque si se les deja de exigir y
se les protege demasiado no se les hace ningún favor.
Proteger la relación de pareja
Muchas parejas a las que se les muere un hijo acaban separándose.
Pero no siempre tiene por qué ser así.
Ocurre lo mismo que cuando nace un hijo: si la pareja se lleva bien,
si existe ya amor entre ellos, el bebé les une más.
Si sucede lo contrario, si las desavenencias son profundas o se
mantiene la relación por inercia, la convivencia se complica
muchísimo. Con la agravante de que después de la muerte de un hijo
nadie está dispuesto a fingir lo que no siente.
La manera de salir adelante e incluso fortalecer la relación pasa por:
.Compartir el duelo. A muchos hombres les cuesta expresar los
sentimientos, les han educado para que no lloren, para que no muestren
su "debilidad" y mantengan siempre una actitud "combativa" ante la
vida.
Por eso, ante un hecho tal difícil de entender con la razón como es
la muerte de un hijo, estos hombres huyen inconscientemente.
Se refugian en la acción; trabajan más que nunca, llenan su tiempo con
un sinfín de actividades que les impiden pensar y sentir.
De algún modo intentan vivir como si no hubiese pasado nada y eso es imposible.
Cuanto más intensa sea su incapacidad de afrontar los sentimientos,
más sola quedará su pareja.
Si la mujer no puede compartir su dolor, si se encuentra aislada y
sola, es muy probable que se construya un mundo de recuerdos que gire
en torno al hijo ausente.
Puede ser que mantenga su habitación intacta; el armario con su ropa
colgada, sus juguetes, los libros y todos sus objetos tal como estaban
el último día. La atmósfera de la casa queda suspendida en el pasado y
ella deambulará como una sonámbula.
La brecha entre la pareja se va así ensanchando y el rencuentro se
hace cada vez más inalcanzable.
Por eso es tan importante compartir el duelo. Y eso pasa por llorar
juntos, estar horas en el sofá, cogidos de la mano, en silencio, con
la mirada perdida, pero sintiendo el calor del otro.
.Respetar las distintas maneras de expresar el dolor. En una situación
así hay que avanzar juntos y, al mismo tiempo, respetar la
individualidad del otro.
Cada persona es un mundo y ante una pérdida como ésta responde de
forma distinta.
El golpe nos remite a golpes anteriores y reabre heridas mal cicatrizadas.
Por eso el duelo es algo absolutamente personal, como una travesía en solitario.
Y las reacciones de cada persona son imprevisibles.
Cada uno hace lo que puede, no hay que juzgar.
Lo que acerca al otro es la comprensión, el respeto hacia su dolor. Lo
único que hay que pedirle a la pareja es que mantenga su esperanza y
confíe en el amor.
.Dialogar, sin caer en los reproches innecesarios. El silencio
respetuoso acompaña, pero el silencio distante separa.
Durante el duelo, cada miembro de la pareja ha de intentar comunicar
sus sentimientos, hablar de lo sucedido y expresa sus emociones.
Pero de nada sirve reprochar actitudes pasadas.
Bastante dolor sienten cada uno de los padres como para ahondar en el
sufrimiento retrayendo recuerdos dolorosos, malentendidos o
equivocaciones.
Se trata de construir una nueva vida, no de hacer leña del árbol caído.
Vivir la muerte enriquece la vida
Con el tiempo, si el duelo ha seguido un buen proceso, se empieza a
cambiar y se inicia un proceso de crecimiento personal.
Se aprende a relativizar y la persona se angustia menos por cosas que
antes llegaban a descentrarla.
En realidad no le afectan tanto los contratiempos, porque ha
aprendido, en parte, a aceptar la vida tal como es.
Se gana en humanidad, flexibilidad y tolerancia, porque durante el
recorrido se pierden muchos miedos.
La escala de valores varía; se comienza a dar más importancia a cosas
sencillas que consiguen reconfortar, como un día de sol, un gesto
cariñoso de algún amigo o familiar, disponer de tiempo para estar con
los seres queridos...
Y se vuelve más solidarios porque le cuesta menos enfrentarse al dolor ajeno.
Es capaz de ponerse con más facilidad en el lugar del otro porque
comprende mejor cómo se siente una persona que sufre.
Esto la fortalece y la predispone a encontrar nuevos estímulos que le
ayudarán a recobrar la ilusión por vivir.
Un hijo nunca se olvida, pero con el tiempo se puede recordar sin
dolor y llevarle siempre en el corazón.
Muchas madres que han pasado por esta angustiosa experiencia, cuentan
que sienten a su hijo dentro de ellas, como cuando estaban
embarazadas. Y en momentos de intimidad suelen hablar con ellos con
naturalidad y les cuentan sus deseos e inquietudes.
Forman con su hijo una unidad pero, al mismo tiempo, se vuelven más
accesibles a los demás.
Esto no es fácil de entender si no se ha pasado por una situación así.
Desde fuera podría parecer un engaño, una especie de huida de la
realidad, un síntoma leve de locura.
Pero no es cierto, al contrario, esas mujeres suelen ser muy
auténticas, no esconden sus sentimientos y les reconforta seguir
unidas a través del amor con sus hijos muertos.
Ellas consiguen que siempre estén presentes en su corazón, sin que
esto les impida ser coherentes y avanzar en la vida.

Dejarles partir

A veces, el proceso de duelo se inicia cuando el médico comunica a los
padres que su hijo tiene una enfermedad mortal.
Los niños que se encuentran en una situación así se dan cuenta de lo
que les ocurre, aunque los mayores intenten disimular.
Si todo el mundo hace como si no pasara nada, el pequeño se encuentra
solo ante lo inevitable con la responsabilidad, además, de procurar
que sus padres no se desmoronen.
Es mucho menos doloroso para él poder compartir sus sentimientos,
llorar con los suyos y recibir todo el amor que se merece.
Cuando llegue el momento, le reconfortará mucho que los padres le den
su permiso para partir, recordándole lo felices que han sido y lo
cuánto que se quieren. Las familias que hablan de sus miedos,
inquietudes y temores con sus seres queridos que van a morir,
expresando libremente sus sentimientos, sufren menos y aceptan antes
conjuntamente la pérdida.
Cómo ayudar durante el duelo
La familia y los amigos pueden ayudar mucho a las familias que se les
ha muerto un hijo si están a su lado dispuestos a escuchar sus
sentimientos. Agradecen mucho tener a alguien con quien hablar, sobre
todo si la persona conocía bien a su hijo y es posible compartir
anécdotas y recuerdos. Ayudar a alguien en duelo consiste en no hacer
como si nada hubiese ocurrido, en impedir que el otro exprese lo que
siente, por muy doloroso que sea oírlo. Es necesario aceptar su
sufrimiento, su tristeza, su añoranza, su ira y acompañarlos en
silencio hasta que renazcan.

SUGERENCIAS PARA ALIVIAR EL PROPIO DOLOR


Pedir ayuda especializada.Recurrir a un profesional especializad
-médico, psicólogo, psiquiatra, terapeuta- que sea de nuestra
confianza o que haya sido recomendado por alguien en quien confiemos.
Esto es una de las primeras cosas que hay que hacer.
Llorar. Las lágrimas consuelan el alma. Los niños después de llorar
mucho suelen quedar plácidamente dormidos.

Llorar es bueno y, entre otras cosas, permite en otros momentos reír.
Gritar. Es una forma de liberar la agresividad, la rabia que la
situación en sí produce y si los gritos se acompañan de golpes en la
cama con un palo contundente, mucho mejor.

Buscar el bienestar. No negarse nada que cause satisfacción, aunque
esto al principio cueste un esfuerzo enorme. Lo más frecuente es
pensar que para qué comer, si no se tiene hambre", o "para qué ir al
cine, si no importa nada. Esto es comprensible pero hay que tender a
lo contrario. Comprar los alimentos que más gusten a la familia y
acompañarlos con un buen vino y una mesa bien puesta. Celebrar, aunque
sea de forma muy íntima, todo lo celebrable. Recuperar, poco a poco,
el bienestar que proporciona leer un buen libro, escuchar música, ir a
una conferencia o contemplar una exposición... Hay que intentar
superar el sentimiento de negación de la propia vida. Quedarse sólo
con lo malo no ayuda, es un mal negocio.

Acercarse a la naturaleza. Es una obra perfecta que armoniza. Mirar el
mar, el horizonte, sentarse encima de una roca, tomar el sol, respirar
hondo, andar descalzos por la arena, pasear por el bosque y abrazar a
los árboles proporciona energía. No hay que desperdiciar nada que
favorezca y levante el estado de ánimo.

Expresar verbalmente los sentimientos. Hablar de lo sucedido con las
personas que puedan aguantar el dolor, explicar lo que se siente ayuda
mucho a clarificar las emociones. Actuando así se proporciona, al
mismo tiempo, a los que escuchan la posibilidad de crecer
personalmente con las experiencias que se cuentan. Porque con la
muerte, tarde o temprano todos tenemos que enfrentarnos.

Compartir el dolor con el resto de la familia. Hablar juntos, padres e
hijos, de lo que sucede. Preguntar a los demás cómo se sienten y viven
la experiencia de la muerte. Aguantar el dolor de los hijos, nunca
eludirlo. Respetar sus silencios y escuchar sus angustias.

Construir los puentes necesarios para que nadie se encierre en su
propia burbuja, sobre todo los niños. No negar lo que sucede.
Se trata de apoyar al otro para que pueda dejar fluir su estado de
ánimo. No tiene por qué haber ningún tema tabú.

Ser bondadoso con uno mismo. Perdonarse, mimarse, quererse como a los
propios hijos. Ofrecerse lo mejor en cada momento.

¡En realidad los humanos somos tan pequeños ante la complejidad de la vida!
Conectar con el propio interior. La introspección es intrínseca al
duelo, es un tiempo de reflexión que hay que vivir a fondo.

Todos los errores, todas las virtudes y todas las respuestas están en
el interior de cada persona.
Por eso hay que estar atento a uno mismo, sin miedo a lo que se pueda
descubrir o encontrar.
Es un buen momento para deshacerse del lastre que se arrastra.
No negar el estado de ánimo. Unos días se estará peor y otros mejor.
Hay que dar tiempo al tiempo y dejar fluir lo que se sienta sin poner
resistencia. Si la persona se levanta triste, ha que dar la bienvenida
a la tristeza, sin oponerse a ella, esta actitud es un buen preámbulo
para que la tristeza se desvanezca. Hay que dejar salir las emociones
a su ritmo.

Confiar en que todo pasa. Esta frase de Santa Teresa es muy
reconfortante: "... que nada te angustia, que nada te inquiete TODO
PASA, sólo Dios no se muda y la paciencia todo lo alcanza". Dicen que
un día a Jaqueline Kennedy, al salir del coche, un viandante le
reprobó a gritos su relación con Aristóteles Onnasis. Ella se quedó
parada, sin decir nada, hasta que el hombre se cansó de increparla y
se fue.

Entonces Jaqueline le dijo a su chófer, "Ya ve, todo pasa"
Superar el apego. Al morir un ser querido es natural sentir nostalgia,
rabia o cualquier otro sentimiento. Pero preguntarse por qué se ha ido
la persona" o afirmar que si estuviera aquí todo sería perfecto como
antes, noconduce a nada. Los que se van de este mundo están siguiendo
su camino. Y los que se quedan han de aprender a vivir sin su
presencia. Ellos no son responsables de las vidas de los que se
quedan, ni nadie se puede otorgar un derecho absoluto respecto a las
suyas.
Buscar información sobre la muerte. Hay libros, como los de la Dra.
Elisabeth Kübler-Ross, que pueden ser de gran ayuda para superar el
dolor y entender mejor el proceso de la muerte.Cuanto más conocimiento
se tenga sobre el tema, menos costará llegar a aceptarlo.
Conectar con el amor. Sólo si uno se permite sentir amor y solidaridad
conseguirá llevar en el corazón a su hijo muerto sin angustia ni
sufrimiento. Actuar con amor significa dar lo mejor de uno mismo, sin
esperar nada y buscar el lado bueno de los demás y de cualquier
situación que se viva. No desear nada y aceptar lo que venga, sin
resignación, con conformidad, que es distinto.
Evitar fugas de energía. En la medida de lo posible es necesario
alejarse de las situaciones y las personas que quitan energía. El
dolor ya desgasta muchísimo por sí mismo. Por eso se debe de actuarcon
contundencia ante todo lo queconsuma, produzca agotamiento o malestar.
Hay que aprender a decir No a familiares, amigos o a los trabajos que
empobrecen, en el sentido espiritual de la palabra. Es una cuestión de
supervivencia. No se trata de ser groseros. Si se sospecha que los
demás no lo van a entender, siempre se puede encontrar una excusa
oportuna o una mentira piadosa que auxilie. Y en muchas ocasiones con
la sinceridad basta.
No crear atajos para eludir el dolor.Todo lo que se intenta ignorar
queda en el inconsciente y tarde o temprano resurge de forma más
incomprensible y violenta.. El sufrimiento y el dolor se han de vivir
a fondo, negarlos o enterrarlos antes de que desaparezcan es peor.
Muchas enfermedades y no sólo la depresión severa tienen como origen
una emoción reprimida. Además, tanto el dolor como el sufrimiento
tienen su parte buena: humanizan y refuerzan.
Aceptar los cambios. La vida cuenta con infinidad de variables y es
por definición cambiante. Nada es para siempre, todo se renueva
constantemente. Este es un principio inmodificable que es preciso
aceptar. Pero no basta con saber que es así, hay que comprenderlo.
Toda resistencia a los cambios que la vida depara desarmoniza. Para
navegar por la existencia hay que ser un buen surfista. Subirse y
moverse al ritmo de las olas, de los cambios, es la única manera de
llegar sin caer a la orilla. Esto implica un constante entrenamiento y
contar con la certeza de que sólo cayendo muchísimas veces es posible
llegar de pie hasta el final. Si no se insiste y se renuncia ante los
primeros reveses nunca se aprenderá el arte de vivir.


Merce Catro Puig
autora del libro "Volver a Vivir"
Diario del primer año después de la muerte de un hijo.


Un Abrazo, que Dios te bendiga, te muestre su rostro, te sonría y
permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, muchas bendiciones
de Vida, Paz, Amor, y mucha Prosperidad;
Los reamo mil
Irma



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ABONA LA TIERRA CON CÁSCARAS DE HUEVO, TAMBIÉN DE FRUTAS Y VERDURAS
PICADAS, TÉ, CAFÉ, YERBA, SIEMPRE CUBIERTAS DE TIERRA QUE VAS REVOLVIENDO.
ATRAE LAS LOMBRICES QUE OXIGENAN LA TIERRA Y LUEGO LAS PLANTAS TE QUEDAN
ESPECTACULARES!!! EL AGUA DE HERVIR HUEVOS TAMBIÉN SIRVE.SUELO COLOCAR UN
RECIPIENTE O BOTELLA DESCARTABLE CON O SIN CASCARAS LLENA DE AGUA QUE
APLICO PICO HACIA ABAJO O LA CORTO Y DEJO EN LAS MACETAS O JARDIN Y SE
RIEGAN SOLAS.....DESDE MONTEVIDEO, CAPITAL DEL URUGUAY...UN FUERTE ABRAZO
DE AMISTAD Y AGRADECIMIENTO!!!!Mercedes

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