HOLA SIDERAL, GRACIAS POR EL TEMA QUE HAS COMPARTIDO, ES MUY
COHERENTE, MUY REALISTA, AUNQUE NO NOS GUSTE, NO PODEMOS VIVIR
EVADIENDO ESTE TEMA, CREO QUE CUANDO SE LLEGA A CIERTA EDAD HAY QUE
ASUMIR QUE NO SOMOS ETERNOS, SI ESTAMOS ACÁ ES PORQUE TODOS
COMPARTIMOS UN SIGNO Y ES EL DE NACER Y MORIR, CREO QUE CUANDO NOS
QUEDA CLARO ESTE PUNTO, NOS TRANQUILIZAMOS Y APRECIAMOS
MÁS LA VIDA, UN AFECTUOSO ABRAZO DE BETTY.-
On 26 jun, 23:20, S i d e r a l <tu.side...@gmail.com> wrote:
> <http://4.bp.blogspot.com/_bA-VoM7DcQE/TCawdnk5nmI/AAAAAAAAAU8/QLZENxF...>
> No hay lugar en la tierra donde la muerte no pueda encontrarnos, por mucho
> que volvamos constantemente la cabeza en todas direcciones como si nos
> halláramos en una tierra extraña y sospechosa. [...] Si hubiese alguna
> manera de resguardarse de los golpes de la muerte, no soy yo aquel que no lo
> haría. [...] Pero es una locura pensar que se pueda conseguir eso. [...]
>
> Los hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la muerte ni una palabra.
> Todo muy bien. Sin embargo, cuando llega la muerte, a ellos, a sus esposas,
> sus hijos, sus amigos, y los sorprende desprevenidos, ¡qué tormentas de
> pasión no los abruman entonces, qué llantos, qué furor, qué desesperación!
> [..] Para empezar a privar a la muerte de su mayor ventaja sobre nosotros,
> adoptemos una actitud del todo opuesta a la común; privemos a la muerte de
> su extrañeza, frecuentémosla, acostumbrémonos a ella; no tengamos nada más
> presente en nuestros pensamientos que la muerte [...] No sabemos dónde nos
> espera la muerte: así pues, esperémosla en todas partes. Practicar la muerte
> es practicar la libertad. EL hombre que ha aprendido a morir ha desaprendido
> a ser esclavo. MONTAIGNE'
>
> ¿Por qué es tan difícil practicar la muerte y practicar la libertad? ¿Y por
> qué exactamente nos asusta tanto la muerte que nos negamos en redondo a
> contemplarla? Dentro de nosotros, en lo más hondo, sabemos que no podremos
> evitar eternamente enfrentarnos a la muerte. Sabemos que, como dijo
> Milarepa, "aquello llamado "cadáver", a lo que tanto tememos, está viviendo
> con nosotros aquí y ahora". Cuanto más tardamos en afrontar la muerte,
> cuanto más la borramos de nuestros pensamientos, mayores son el miedo y la
> inseguridad que se acumulan para acosarnos. Cuanto más intentamos huir de
> ese miedo, más monstruoso se vuelve.
> La muerte es, en efecto, un enorme misterio, pero de ella se pueden decir
> dos cosas: es absolutamente cierto que moriremos, y es incierto cuándo y
> cómo moriremos. La única certeza que tenemos, pues, es esta incertidumbre
> sobre la hora, la cual nos sirve de excusa para postergar el afrontar la
> muerte directamente. Somos como niños que se tapan los ojos jugando al
> escondite y se figuran que nadie puede verlos.
> ¿Por qué vivimos en tal terror a la muerte? Porque nuestro deseo instintivo
> es vivir y seguir viviendo, y la muerte es el cruel fin de todo lo que
> consideramos familiar. Tenemos la sensación de que, cuando llegue, nos
> veremos sumergidos en algo del todo desconocido, o que nos convertiremos en
> alguien completamente distinto. Imaginamos que nos encontraremos perdidos y
> confusos, en un ambiente extraño y aterrador. Nos
> imaginamos que será algo así como despertar en medio de una tormenta de
> ansiedad, solos en un país extranjero, sin conocer el territorio ni el
> idioma, sin dinero, sin conocer a nadie, sin pasaporte, sin amigos... Quizá
> la razón más profunda de que temamos a la muerte es que ignoramos quiénes
> somos. Creemos en una identidad personal, única e independiente, pero, si
> nos atrevemos a examinarla, comprobamos que esta identidad depende por
> completo de una interminable colección de cosas que la sostienen: nuestro
> nombre, nuestra "biografía", nuestras parejas y familiares, el hogar, los
> amigos, las tarjetas de crédito... Es de este
> frágil y efímero sostén de lo que depende nuestra seguridad Así que, cuando
> se nos quite todo eso, ¿tendremos idea de quiénes somos en realidad?
> Sin nuestras propiedades conocidas, quedamos cara a cara con nosotros
> mismos: una persona a la que no conocemos, un extraño inquietante con quien
> hemos vivido siempre pero al que en el fondo nunca hemos querido tratar.
> ¿Acaso no es ese el motivo de que tratemos de llenar cada instante de ruido
> y actividad, por aburrida y trivial que sea, para evitar quedarnos a solas y
> en silencio con ese desconocido?
> ¿Y no apunta eso hacia algo fundamentalmente trágico en nuestro estilo de
> vida? Vivimos bajo una identidad asumida en un neurótico mundo de cuento de
> hadas que no tiene más realidad que la Tortuga de Alicia en el País de las
> Maravillas.
> Hipnotizados por el entusiasmo de construir, hemos edificado la casa de
> nuestra vida sobre cimientos de arena. Este mundo puede parecer
> maravillosamente convincente hasta que la muerte nos destruye la ilusión y
> nos saca de nuestro escondite. ¿Qué será entonces de nosotros si no tenemos
> la menor idea de ninguna realidad más profunda?
> Cuando muramos lo dejaremos todo atrás. sobre todo este cuerpo al que tanto
> hemos apreciado, en el que tan ciegamente hemos confiado y al que con tantos
> esfuerzos hemos procurado mantener vivo. Pero la mente no es más fiable que
> el cuerpo. Fíjese unos minutos en su mente. Comprobará que es como una pulga
> que no cesa de saltar de un lado a otro. Verá que los pensamientos surgen
> sin ningún motivo, sin ninguna relación.
> Arrastrados por el caos de cada instante, somos víctimas de la volubilidad
> de nuestra mente. Si éste es el único estado consciente con el que estamos
> familiarizados, confiar en nuestra mente en el momento de la muerte es una
> apuesta absurda.
>
> Sogyal Rimpoché
>
> --
> "Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro." Marco Tulio Cicerón
>
> Sideral...!
--
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